Te fuiste el 25 de enero y desde entonces no he dejado de llorar. Lloro todos los días, en silencio, a escondidas pero en cualquier momento y cualquier lugar. El garaje donde tú guardabas tu coche y ahora lo guardo yo al terminar el día es el escenario más repetido.
Es un lloro triste, pero al mismo tiempo alegre, porque lloro todos los buenos momentos que me has dado, y también los malos. Es un lloro a escondidas porque no quiero que me vean, no por vergüenza o porque piense que puedo dar lástima sino porque me gusta pasar desapercibido.
Lloro ahora, al escribir estas letras.
Soy feliz llorando, porque con mi llanto te hago vivir.
No quiero que me vea tu compañera, que ahora es la mía, porque no quiero verla triste. Ella te extraña más que nadie. Y lo lleva en silencio, todo el día, todos los días. Se le ve en la mirada.
Lo que más me duele en este mundo es ver el llanto de mi madre. Y últimamente lo he visto demasiado repetido.
Me acuerdo de ti constantemente. Todo me trae recuerdos tuyos.
Me hago el fuerte, porque hay que hacerlo, y porque lo soy. Esa es una de las cualidades que me has aportado. A pesar de todos los problemas y zancadillas el salir adelante. El saber solucionar los problemas o convivir con ellos.
Hoy me he acordado de ti. He recordado un viaje en barco a Illa de Arousa donde casi nos hundimos.
Y he tomado pulpo muy bueno, que a ti te hubiese gustado.
Me encantaría compartir ese momento contigo, pero ya no estás y nunca podré.
Pero siempre me vas a acompañar. Yo nunca dejaré de pensar en ti.
Te lo prometo.
sábado, 17 de mayo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario